El primer paso que se hincó derecho,
como un taco metálico en la arena,
parece que fue ayer, y sin embargo
quedó algo lejos. Y fue un trecho largo,
y aunque no lo parezca, aunque dé pena,
las va tragando el mar, y si mirás
son un borrón difuso, son ajenas,
las huellas diluyéndose atrás tuyo.
A la deriva en este remolino
(motos, peatones, rascacielos, cloacas,
tranvías, y murmullos, y sirenas)
de esta ciudad foránea, analfabetos,
leyendo jeroglíficos ignotos,
descifrando el camino en una guía,
planisferio intrincado del subsuelo:
el atlas laberíntico del subte.
Y en este sitio a veces sin estrellas,
surcar, por entre el caos de las cosas,
estas aguas secretas, silenciosas,
sin sextante, y sin rumbo, y sólo ella.
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